lunes, 8 de febrero de 2021

Retomando una vieja costumbre

 No recuerdo cuándo fue la última vez que escribí y ahora, mi sitio personal quedó desactivado, ya no lo quise/pude renovar, sale caro mantener un sitio web si uno no lo usa.

Así pues, estoy de vuelta aquí, en el viejo blogger que no uso desde el 2011, o 2012 en realidad, porque tenia por ahí una entrada no publicada.

Hoy escribo, no sé, para variar un poco la monotonía de la pandemia, tal vez...

Algunas personas dicen que esta pandemia ha sido como si el tiempo se detuviera, y hablan de regresar a la normalidad, como dando a entender que la normalidad es tener una rutina diaria de lunes a viernes, a veces hasta el sábado, con un horario "específico" para trabajar y el resto para lo que se pueda. Algunos van de juerga, otros hacen deporte, se ven con amigos para platicar, otros estudia, leen libros, hacen marat{on de películas o series, juegan videojuegos, y unos pocos paran "tiempo de calidad" con la familia. Esa es la normalidad a la que entiendo se refieren.

Ahora, la normalidad depende de una combinación entre escala social, tipo de empleo y capacidad de adaptación al cambio de cada individuo. Para muchos, la mayoría aquí en México, la nueva normalidad solo resultó en perder la capacidad de salir con amigos, a fiestas, restaurantes y cualquier otro medio de entretenimiento, porque siguen yendo a trabajar a una oficina, bodega, puesto o lo que sea, porque el trabajo a distancia no es opción en lo que hacen.

Para quienes tienen hijos, el regreso a la normalidad será cuando los chilpayates puedan ser dejados en las guarderías de tiempo completo también conocidas como escuelas, para este grupo de personas en particular, el efecto de la pandemia ha sido el más grave, porque involucra a niñas y niños que han perdido toda capacidad de convivir con sus pares y ahora se ven obligados a pasar todo el tiempo con los adultos que suelen verles como una carga. Claro, #notodos,  pero sí una mayoría considerable.

Luego están los privilegiados, yo entre ellos, quienes tuvimos la fortuna de estar en una actividad que se puede ejercer de manera remota desde la comodidad del hogar. Para este grupo en particular, no hay forma de regresar a la normalidad, no después de vivir un año con un poco más de control sobre el tiempo (con excepción de los jefes a los que les da reunionitis para cualquier cosa), pero en general, la dinámica cotidiana es más o menos la misma: despertar unos minutos antes de la hora de entrada al trabajo (para quienes tiene horario estricto) prender la computadora y esperar el paquete de correos que atender. En lo que eso sucede, se prepara el desayuno, se ven las noticias (o el nuevo capítulo de la serie), y si da tiempo, se baña.

Salvo que haya una reunión virtual importante, el baño puede esperar, a veces hasta después del medio dia, ya sea en la hora de la comida o en alguna otra pausa del día que depende de esperar la respuesta de un correo. El trabajo de oficina siempre ha sido así, esperar y esperar, pero ahora, en casa, hay muchas cosas que hacer en esas esperas. Con los celulares y las redes sociales, el esperar en la oficina comenzó a ser menos tedioso, pero en casa, la espera siempre es corta, por eso uno termina su día hasta 4 horas después de la hora de salida, porque en realidad no hay hora de salida. Antes tampoco la había, pero al menos ahora uno está en su casa.

Al terminar el día, algunos quizás hagan ejercicio, pero la mayoría seguirá conectado en otras cosas que hacer en la Internet, porque esa ya era nuestra dinámica de normalidad antes de la pandemia. 

Pero después de casi un año, esa dinámica comienza a resultar muy repetitiva, tanto que uno ya no distingue un día entre semana con el fin de semana, porque a veces, en esa espera, se termina trabajando sábados y domingos (eso y porque los jefes creen que uno esta disponible las 24 hrs. del día cuando trabaja desde casa), entonces, la línea entre el tiempo de descanso y de trabajo, comienza a desvanecerse al punto de que uno siente que no hace otra cosa más que trabajar todo el día.

Así pues, todo el tiempo está cansado, todo el tiempo está de mal humor y todo el tiempo lo único que uno quiere hacer es tirar en el sillón y ver tele. Pero este grupo de "privilegiados" somos el más pequeño de la pandemia, al menos en México, porque el resto de la gente, o tiene el dinero para pagar el costo extra de viajar y salir a distintas actividades de entretenimiento conservando las "medidas de sanidad necesarias" (el costo incluye el pago de hospitalización por Covid), o simplemente tiene que salir de casa para conseguir el alimento del día, si no, se muere el o su familia.

Así pues, la normalidad de ahora no es única, nunca lo ha sido, pero así parecía, ahora lo normal pareciera ser escuchar de algún amigo o familiar que alguien se murió por Covid. La muerte también es normal, pero ahora nos hemos visto obligados a tenerla más presente, pero la realidad poco a cambiado para la mayoría, para los que tienen dinero, la muerte puede ser prevenida, aún en casos de pandemia, aunque implique un deterioro sustancial en la vida, siempre es posible seguir viendo, y para quienes no tienen dinero, la muerte siempre ha estado presente, solo para algunos, pareciera una sorpresa escuchar que de pronto tanta gente se muere a nuestro alrededor.

Pero bueno, eso eso sólo es una opinión personal. desde un punto de vista privilegiado, de alguien que lo que más ha sufrido en esta pandemia, ha sido la muerte de una mascota que ya tenía más de 16 años...

Mi año de vacas flacas

  El 2023 comenzó con una noticia que se venía vaticinando desde meses antes, cuando la Delfina Gómez dejó la Secretaría de Educación Públic...