El 2023 comenzó con una noticia
que se venía vaticinando desde meses antes, cuando la Delfina Gómez dejó la
Secretaría de Educación Pública para irse de candidata del Estado de México. A
ese cambio le siguió una cascada de cambios directivos en la SEP que
eventualmente me pego a mí, así que el 2023 lo comencé sin empleo.
Los primeros 3 meses no fueron
tan difíciles, habiendo previsto la salida, dejé una parte de mi aguinaldo
guardado para aguantar unos meses, y me consiguieron una chambita de profesor
en la Escuela Nacional de Trabajo Social, impartiendo estadística a jóvenes de
segundo semestre en la licenciatura, cuyo interés por las matemáticas es nulo.
Claro, la paga ahí es meramente
simbólica, además de que demoró 4 meses en caer el primer pago, así que en
realidad estaba trabajando de a gratis, pero también es cierto que ese trabajo
me permitió mantenerme alejado de la depresión y la ansiedad causada por un
largo periodo de vacaciones involuntarias.
Mi verdadero consuelo era saber
que mi pena no era única, el mundo entero sigue pasando por una crisis laboral,
donde las empresas no quieren gente calificada porque tienen que pagarles más,
prefieren personas con poca preparación para castigar el salario, prometiendo
aprendizaje y experiencia para fingir que ofrecen un ambiente laboral óptimo.
Puras mentiras, vaya.
Habré mandado mi CV a unas 200
vacantes en diferentes portales: LinkedIn, Indeed, OCC, y otras más, porque la
búsqueda laboral ahora es por medio de algoritmos que descartan en automático a
quienes no cumplen con los requisitos adecuados en el CV, no para el puesto,
sino para engañar a la inteligencia artificial que ahora permea tanto en todas
las aplicaciones que “conectan” a las personas.
Pasaron seis meses. Nada.
Soy de los afortunados que tiene familia que le puede apoyar económicamente, pero eso sólo aporta a la culpa y el
sentimiento de fracaso, sólo las evaluaciones positivas de mi alumnado me
mantuvieron con la cordura necesaria para no claudicar.
Finalmente, hacia mediados de
agosto entro una llamada para solicitar una entrevista. Si mandé solicitud a
esa vacante, no lo recuerdo, pero pasé a la segunda entrevista, y luego a la
tercera que fue en inglés, y de pronto, ya, ingresé a trabajar en la que
aparentemente es una de las empresas más exitosas en el mundo de los servicios
digitales de México, como soporte técnico para una de las empresas de aviación
más grandes en EE. UU.
Además, trabajo remoto, desde
casa, con prestaciones que jamás en la vida había tenido, ni siquiera en mi
último trabajo como director de área en la SEP. Sí, el sueldo quizás no es tan
alto como hubiera deseado, pero las ventajas laborales compensan bastante bien,
porque incluso me ha dado la oportunidad de estar más disponible para atender a
mi hijo cuando la necesidad lo amerita.
La segunda mitad del año cierra
mucho mejor de lo esperado, no sólo conseguí trabajo nuevo con un buen equipo
de trabajo y un montón de prestaciones, me dejaron seguir dando clases, lo cual
ayuda a reducir la culpa de trabajar para una de los tipos de empresas que más
daño causan al medio ambiente.
También me casé, luego de casi 6
años de vivir juntos, y a pesar de las adversidades de vivir con una persona
diagnosticada con TLP, en un contexto de relación no-monógama. Pero bueno, algo
bueno deberá salir de todo esto ahora que ella goza del éxito, aun no
económico, de tener una novela publicada por una editorial de renombre y distribuida por todo el mundo.
Sí, la vida pinta bien, este año
será el primero que Luca pasará la navidad conmigo y los Sauri, el año pasado
ya había convivido el año nuevo con la familia extendida de mi mamá, los García, entonces
todo augura que el año cierra con creces y grandes expectativas. Vaya, hasta
bajé 10 kilos.
Y, sin embargo, hay cierto
sentimiento de insatisfacción…
Sé lo que piensan, yo también lo
he pensado, es el doctorado inacabado. Mi tesis no la he tocado, en dos
ocasiones la he usado de referencia para mis clases y han sido las
oportunidades para sentarme a leer y avanzar, pero no, simplemente no tengo
ganas, y no me genera ningún tipo de ansiedad o malestar saber que está ahí,
inacabada. La verdad es que nunca creí entrar al doctorado y mucho menos
terminarlo, y sé que, al menos de momento, no me aporta nada real a mi CV, sólo
un motivo más para no conseguir chamba por estar sobrecalificado. Y la verdad
es que tampoco es de mi interés perseguir una carrera académica, que es para lo
único que realmente me serviría tener el título de Doctorado.
No, no. Mi insatisfacción es con
la vida misma.
De pronto me di cuenta de que,
esto todo.
No hay más.
Ya viajé por el mundo, visité
lugares que quería visitar, ya tuve un hijo, ya estudié un doctorado, ya me
casé, ya hice todo lo que uno “tiene” que hacer en esta vida. ¿Qué sigue?
Nada.
Esperar el fin...
Sí, toca ver a mi hijo crecer, enseñarle a
no ser ojete con los demás, o por lo menos hacerle entender que cada acción
tiene una consecuencia. Pero él no es una extensión de mí, y al final, lo que
le pueda enseñar yo, lo puede desaprender en cualquier momento si el contexto
social adecuado se presenta. Digo, es limitada la influencia que puedo tener en
él, en especial porque no vive conmigo. Mi trabajo de padre es de
acompañamiento en la crianza, haré lo que pueda hacer, pero no me hago
ilusiones en que tendrá los mismos gustos que yo, así que descarto la posibilidad de siquiera ser su amigo.
Claramente no tendrá las mismas oportunidades.
El mundo está en declive, no sólo por el calentamiento global, sino por la clara crisis que se avecina por la carencia de agua, de espacios de vivienda, y la evidente ruptura social que las redes sociales en internet están generando, al punto de que grupos ultraconservadores de derecha están nuevamente tomando el poder y eso sólo puede significar represión y muerte.
Muerte, lo único que ma falta por vivir...
Pero, afortunada o infortunadamente, me quedan
de 30 a 40 años de vida con la certeza de que, ni mi empleo, ni pensión para la
vejez, ni mi vivienda, ni siquiera el contexto social, tendrán la estabilidad que vivieron mis abuelos o mis padrres. Basta con ver las crisis
en otros países como la de Palestina o Argentina, para darse cuenta de que el mundo está a nada de caer en un caos total a nivel mundial.
El mundo cambia y no cambia al
mismo tiempo, la tecnología genera nuevas fuentes de trabajo, al mismo
tiempo que elimina otras. Los salarios incrementan, a la par que el costo de
vida, y esa es la verdadera parte de insatisfacción, saber que, no importa que
haga, seguiré anclado a esta dinámica de trabajar para vivir.
Vivir para trabajar.
Porque esa es la idea que nos ha vendido el capitalismo, que vivir es consumir, que para consumir hay que endeudarse, y para pagar las deudas, hay que trabajar, todo lo que me queda de vida...
El trabajo no tiene un
objetivo más allá del pagar deudas. Si tenemos suerte, nos tocará un trabajo
donde tengamos que aprender constantemente, pero aprender también es cansado,
mantenerse a la vanguardia del conocimiento o simplemente actualizarse para
poder mantener un empleo, es insostenible, pero es lo que hay…
Pero claro, eso sólo lo puedo razonar,
porque al final vivo en el privilegio de "no ser pobre", de no tener que pensar
que voy a comer al día siguiente, incluso con los 7 meses de desempleo, nunca
fue una preocupación real, porque al final cuento con una red de apoyo que me
permitió mantener cierto nivel de estilo de vida con ciertas incomodidades más
que sacrificios, tengo una vivienda propia por la que no tengo que pagar renta, y el tiempo que estuve desempleado lo aproveché para aprender y actualizarme en las tecnologías que finalmente fue lo que me permitió entrar a mi trabajo actual.
Y eso también está jodido, porque
es como si no tuviera derecho a quejarme de la vida que me tocó…
Así cierra mi año, con una
prospectiva de vida positiva, pero con una perspectiva bastante pesimista.
Felices fiestas.
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