martes, 17 de agosto de 2021

El problema con el regreso a clases


 El otro día me preguntaron cuál era mi postura en cuanto al retorno a clases presenciales a nivel de educación básica (porque aparentemente ahora soy un experto en temas de infancia) y resultó que mi respuesta fue, como era de esperarse de una persona que ha estudiado un doctorado, ambigua...

La realidad es que no puedo tomar una postura estricta, todo depende desde qué perspectiva se posicione uno. Desde la perspectiva de las niñas y niños, es evidente que el regreso a clases presenciales es necesario, no sólo por el rezago que ya traen la mayoría por un año perdido de "clases a distancia", y aunque el riesgo de enfermarse esté presente, la realidad es que para la mayoría de las personas, ese riesgo siempre ha estado presente, así que no hay mucha diferencia en cuanto a la exposición si van o no a la escuela, en teoría, tomando las "medidas de precaución necesarias", las clases pudieron nunca haberse interrumpido, pero la gente en el gobierno sabe que tanto sus funcionarios como su población, es negligente, y siempre romperán protocolo a la primera oportunidad, y no me creen, pregunten a su familiar, amigo o conocido que trabaje en alguna institución pública que no haya dejado de trabajar durante la pandemia, y verán que siempre que sale gente contagiada, es por alguna reunión donde no se tomaron o se ignoraron las "medidas necesarias".

 Desde la perspectiva de las familias de niñas y niños, depende mucho del nivel socioeconómico, porque quienes tienen recursos, han podido dar el acompañamiento suficiente durante la pandemia para que las infancias aprendan algo en la modalidad a distancia, ya sea porque a los padres también les tocó trabajar a distancia y entonces pudieron acompañar a los hijos en la casa, o bien porque pueden pagar tutores o el número de dispositivos que se conecten a internet suficientes para que cada miembro de la familia pueda conectarse y hacer las cosas a su tiempo. En contraste, quienes no tienen recursos, de plano dejaron a los hijos a sus expensas para salir a trabajar (porque son las familias más pobres las que no dejaron de salir de casa para trabajar), y mientras que unos trataron de dar seguimiento a las tareas y todo lo que tenían que entregar a los maestros, otros de plano lo botaron todo.

Finalmente, están los maestros y el resto de la población sin hijos en edad escolar. En ambos casos, el regreso a clases presenciales no es conveniente. Para los maestros, el regreso a clases significa volver a incrementar la carga de trabajo que ya estaba incrementada en la pandemia, porque ahora no sólo es preparar la clase para quienes decidan llevar a sus hijos a la escuela, sino también para quienes decidan seguir con la modalidad a distancia, y en medio de todo, armar un plan de trabajo para poner al corriente a los rezagados y no fastidiar, aburrir o desanimar a quienes sí pudieron adaptarse al aprendizaje a la distancia. Eso sin contar que, con todo y que ya están vacunados los maestros, van a estar expuestos a un contagio constante, porque si bien es cierto que las niñas y niños son el grupo a los que el COVID les pega menos fuerte, se contagian, quizás sean asintomáticos pero eso no les quita la capacidad de contagiar a otros.

Y de la perspectiva de la población sin hijos en edad escolar, es mejor no hablar, también tienen posturas muy dividas dependiendo del nivel de "wokeness" (o conciencia social si lo traducimos del ingles) o de la postura política que tengan, pero la verdad es que son los que menos importa su opinión. No obstante el debate aquí gira alrededor de los derechos de la infancia y de que derecho tiene más prioridad sobre el otro (spoiler alert: ningún derecho tiene mayor prioridad sobre el otro).

¿Cuál es la solución entonces?

La solución es cambiar el sistema educativo. El confinamiento por la pandemia debió haber sido la oportunidad para reestructurar el modelo de educación escolarizada, que dejara de ser una guardería un proceso de educación lineal donde las niñas y niños se enfocan más en memorizar que en entender, y se convirtiera en un espacio de aprendizaje paulatino donde no se buscara establecer metas de aprendizaje específicos para ciertas edades, sino procesos de aprendizaje que se enfocaran en enseñar a los niños a aprender a su ritmo y a entender los procesos de aprendizaje de los demás. De esta forma, las infancias no avanzan en grados, sino se incorporan a grupos de acuerdo a su capacidad de aprendizaje e intereses. Claro, las bases fundamentales como aprender a leer, escribir, sumar y multiplicar aún son importantes, pero esas se pueden implementar bajo cualquier modelo de aprendizaje, porque hay niñas y niños que aprenden a leer en casa, incluso antes de iniciar su educación formal.

Reestructurar el modelo educativo a uno más enfocado a los procesos y no a las metas de aprendizaje, permitiría que aquellos que se incorporan luego de un año de no atender clases, tengan la oportunidad de readaptarse a la dinámica de aprendizaje social, mientras que aquellos que pudieron adaptarse a la dinámica de educación a distancia regresan a reforzar sus conocimientos adquiridos o a pasar a la fase.

Pero esto último representa un cambio no sólo del modelo educativo, sino de estructura social, cultural y probablemente también política, porque nos hemos acostumbrado de que una niña o niño debe saber leer o escribir antes de cierta edad, y que para otra ya debe saber sumar y multiplicar, al menos de memoria, aunque no entienda el proceso o lo que acaba de leer. A todo eso agreguémosle que el sistema educativo está limitado por un sindicato de maestros que pone muchos obstáculos cuando las modificaciones del modelo educativo implican que los maestros tengan que capacitarse y aprender nuevas estrategias de enseñanza y pedagogía, pero ese es un debate para otra ocasión.

Mientras, para quienes decidan regresar a sus hijos a la escuela, no queda mas que persignarse o rezarle a su deidad de cabecera para que quienes se enfermen, no requieran de hospitalización para su recuperación, y a los que no, también, porque es un hecho que con el regreso a clases, el virus va a seguir expandiéndose.

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